El copiado a mano dio lugar a que surgieran grupos de manuscritos que se caracterizan por tener aspectos en común, al contener variantes del mismo tipo. Conforman lo que algunos eruditos llaman «tipos o familias de textos». De hecho, los manuscritos en los que Erasmo, Etienne y los hermanos Elzevir basaron sus ediciones del Nuevo Testamento griego son del tipo bizantino.
Los especialistas consideran que este texto es de formación tardía (en comparación con el texto alejandrino o con el occidental, por ejemplo), y tiene la característica de ser lúcido y completo: quienes dieron forma a este texto trataron de eliminar cualquier dureza en el uso de la lengua, procuraron combinar dos o más pasajes que diferían entre sí para producir un texto expandido y más completo (lo que se conoce como «conflación»), y armonizaron pasajes paralelos divergentes.
El texto bizantino se ha llamado también siríaco, antioqueno, koiné y eclesiástico; se conoce, además, como texto recibido (textus receptus) y texto mayoritario. Fue probablemente producido en Antioquía de Siria y llevado a Constantinopla (antigua Bizancio). De allí -es a saber, desde la capital- se distribuyó por todo el imperio bizantino.
Por la labor de los impresores del siglo 16, este texto sirvió de base para casi todas las traducciones del Nuevo Testamento a los idiomas modernos, hasta el siglo pasado. Hay algunas personas que hablan o escriben acerca del «texto recibido» (o «texto bizantino») como si se tratara de un texto único, sin variantes; pero no es así.
Basta echar una ojeada al aparato crítico de una edición de ese texto (como la publicada por Hodges y Farstad, con el título de The Greek New Testament according to the Majority Text [Nashville: Thomas Nelson Publishers, 1982]) para darse cuenta de que hay también muchas variantes entre los manuscritos que componen el texto bizantino.
La complejidad del proceso de transmisión del texto griego del Nuevo Testamento, con múltiples influencias, da razón de ese hecho. Se añaden, además, los problemas planteados por las traducciones antiguas: Estas también presentan sus propias variantes, algunas de ellas debidas a nuevos factores (como, por ejemplo, que el traductor no conociera a cabalidad alguna de las lenguas con las que trataba, ya fuera su propio idioma o el idioma del texto del que traducía o al que traducía).
Los manuscritos griegos utilizados por los impresores que hemos mencionado eran, con algunas excepciones, los manuscritos más antiguos de que ellos disponían. Las excepciones fueron pocas. Sobresale el hecho de que Teodoro Beza, el amigo y sucesor de Calvino en Ginebra, aunque había adquirido un manuscrito del siglo 5º (el Códice Beza) y otro del siglo 6º (el Códice Claromontanus), hizo muy poco uso de ellos en sus propias ediciones del Nuevo Testamento griego (que fueron por lo menos diez; la última, póstuma).
Esta reticencia se debió, probablemente, al temor que sentía de presentar a la comunidad académica un texto con significativas variantes. Las ediciones mencionadas (del Nuevo Testamento griego) constituían, por ende, el material en esa lengua bíblica de que disponían los traductores del texto sagrado. No había otro.
Traducciones contemporáneas
Aparte de las revisiones de la versión Reina-Valera, en años recientes los evangélicos de habla castellana han producido pocas nuevas traducciones. Estas ya no usan, para el Nuevo Testamento, el texto recibido, sino una edición crítica del texto griego, de carácter ecléctico, como la publicada por Sociedades Bíblicas Unidas o por la Sociedad Bíblica Alemana.
Lo dicho es válido no solo respecto de la traducción conocida como «Dios habla hoy» (de carácter interconfesional y publicada por Sociedades Bíblicas Unidas), sino también, por ejemplo, respecto del «Nuevo Testamento, Salmos y Proverbios. Nueva versión internacional», de la Sociedad Bíblica Internacional.
En esta última traducción, las variantes que aparecen en el texto recibido son relegadas a notas al pie de página. Lo mismo se aplica a la versión llamada «Biblia de las Américas», la que incluso señala -en sus «Principios de traducción»- que «en general se ha seguido el texto del Novum Testamentum Graece de Nestle-Aland en su vigésima sexta edición».
Y aun la revisión de la Reina-Valera conocida como «Reina-Valera Actualizada» (de la Casa Bautista de Publicaciones) indica explícitamente que «se basa en los mejores textos griegos conocidos en la actualidad, tal como aparecen presentados en la tercera edición del Nuevo Testamento griego de Sociedades Bíblicas Unidas».
Los especialistas consideran que este texto es de formación tardía (en comparación con el texto alejandrino o con el occidental, por ejemplo), y tiene la característica de ser lúcido y completo: quienes dieron forma a este texto trataron de eliminar cualquier dureza en el uso de la lengua, procuraron combinar dos o más pasajes que diferían entre sí para producir un texto expandido y más completo (lo que se conoce como «conflación»), y armonizaron pasajes paralelos divergentes.
El texto bizantino se ha llamado también siríaco, antioqueno, koiné y eclesiástico; se conoce, además, como texto recibido (textus receptus) y texto mayoritario. Fue probablemente producido en Antioquía de Siria y llevado a Constantinopla (antigua Bizancio). De allí -es a saber, desde la capital- se distribuyó por todo el imperio bizantino.
Por la labor de los impresores del siglo 16, este texto sirvió de base para casi todas las traducciones del Nuevo Testamento a los idiomas modernos, hasta el siglo pasado. Hay algunas personas que hablan o escriben acerca del «texto recibido» (o «texto bizantino») como si se tratara de un texto único, sin variantes; pero no es así.
Basta echar una ojeada al aparato crítico de una edición de ese texto (como la publicada por Hodges y Farstad, con el título de The Greek New Testament according to the Majority Text [Nashville: Thomas Nelson Publishers, 1982]) para darse cuenta de que hay también muchas variantes entre los manuscritos que componen el texto bizantino.
La complejidad del proceso de transmisión del texto griego del Nuevo Testamento, con múltiples influencias, da razón de ese hecho. Se añaden, además, los problemas planteados por las traducciones antiguas: Estas también presentan sus propias variantes, algunas de ellas debidas a nuevos factores (como, por ejemplo, que el traductor no conociera a cabalidad alguna de las lenguas con las que trataba, ya fuera su propio idioma o el idioma del texto del que traducía o al que traducía).
Los manuscritos griegos utilizados por los impresores que hemos mencionado eran, con algunas excepciones, los manuscritos más antiguos de que ellos disponían. Las excepciones fueron pocas. Sobresale el hecho de que Teodoro Beza, el amigo y sucesor de Calvino en Ginebra, aunque había adquirido un manuscrito del siglo 5º (el Códice Beza) y otro del siglo 6º (el Códice Claromontanus), hizo muy poco uso de ellos en sus propias ediciones del Nuevo Testamento griego (que fueron por lo menos diez; la última, póstuma).
Esta reticencia se debió, probablemente, al temor que sentía de presentar a la comunidad académica un texto con significativas variantes. Las ediciones mencionadas (del Nuevo Testamento griego) constituían, por ende, el material en esa lengua bíblica de que disponían los traductores del texto sagrado. No había otro.
Traducciones contemporáneas
Aparte de las revisiones de la versión Reina-Valera, en años recientes los evangélicos de habla castellana han producido pocas nuevas traducciones. Estas ya no usan, para el Nuevo Testamento, el texto recibido, sino una edición crítica del texto griego, de carácter ecléctico, como la publicada por Sociedades Bíblicas Unidas o por la Sociedad Bíblica Alemana.
Lo dicho es válido no solo respecto de la traducción conocida como «Dios habla hoy» (de carácter interconfesional y publicada por Sociedades Bíblicas Unidas), sino también, por ejemplo, respecto del «Nuevo Testamento, Salmos y Proverbios. Nueva versión internacional», de la Sociedad Bíblica Internacional.
En esta última traducción, las variantes que aparecen en el texto recibido son relegadas a notas al pie de página. Lo mismo se aplica a la versión llamada «Biblia de las Américas», la que incluso señala -en sus «Principios de traducción»- que «en general se ha seguido el texto del Novum Testamentum Graece de Nestle-Aland en su vigésima sexta edición».
Y aun la revisión de la Reina-Valera conocida como «Reina-Valera Actualizada» (de la Casa Bautista de Publicaciones) indica explícitamente que «se basa en los mejores textos griegos conocidos en la actualidad, tal como aparecen presentados en la tercera edición del Nuevo Testamento griego de Sociedades Bíblicas Unidas».
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